sábado, 17 de mayo de 2008

Pie de foto: Andrés Rábago (El Roto), Julio Rey, Antonio Mingote, Ellos, José Gallego y Máximo San Juan (Máximo). Foto: Casa Real

En Ribadesella, una mañana de sol paseando por el muelle de la ría me cruce con el suegro del Príncipe de Asturias; casualmente el tipo iba seguido, a prudente distancia, por dos trajeados “muebles roperos” con pinganillo, que evidentemente no eran escoltas puesto que reiteradamente y de forma oficial se asegura que la familia Ortiz-Rocasolano no disfruta de ese privilegio. Estaré yo confundido y donde vi servicio a cargo del erario publico solo había dos encorbatados testigos de Jehová en labor evangelizadora. El caso es que a mi me pareció (puedo volver a confundirme) que papá Ortiz caminaba encantado de haberse conocido, mirando de un lado a otro continuamente (típico gesto de “famoso” denominado “si, soy yo” que prodigaba mucho Umbral) para ver cuantos le reconocíamos y alabábamos su campechanía. Como diría mi amigo Carlos Boyero “un tipo grimoso”.
Telma , otra de sus hijas, no tiene la misma codicia de “famoseo” que su progenitor y ha intentado poner fin judicialmente al súbito asedio al que se ve sometida desde que su hermana trocara la profesión de periodista por la de princesa consorte. En El País de este sábado 17 de mayo, en sus paginas de opinión, podemos leer: “...Sorprende, en cualquier caso, que nadie haya advertido a Telma Ortiz de que el camino emprendido era el peor. Pero no sólo como estrategia para hacer frente a las intromisiones, sino también, y sobre todo, como fórmula jurídica para hacer valer su deseo de anonimato. En realidad, Telma Ortiz reclamaba que un juzgado de Toledo estableciera en torno a su persona una barrera preventiva contra 50 medios de comunicación. Alguien tendría que haberle recordado que eso recuerda demasiado a la censura y que, justamente la proyección pública que ostenta, aun a su pesar, le obligaría a no adentrarse por tan equívocos terrenos”. No deja de ser paradójico que antes de comenzar la vista se dejara entrar a los “gráficos” que ansiaban la morbosa instantánea; eran tantos que tuvieron que hacerlo por tandas.
La Asociación de la Prensa ha sido sensible a las razones de Telma y ha reconocido su derecho a la intimidad. Bien. Pero ¿y esos otros “personajes públicos” que también se hallan sentido acosados por las hordas de la carroña? ¿no merecen también ellos por parte de la APM el mismo amparo que la hermana de la “perla de la corona”?.
Podría seguir extendiéndome pero prefiero, si hay alguien a quien le interesa, abrir el debate. Mucho mejor, sugeriros que en lugar de tragarse los programas de la telebasura intentéis haceros con La Dolce Vita de Federico Fellini y si hay quien no sepa de donde viene el termino “paparazzi” lo descubra.
Por cierto La Dolce Vita es una película de 1960 que no se estreno en España hasta 1980 porque estuvo prohibida por la censura franquista.

P.S. En el almuerzo que compartimos con los Príncipes el pasado 10 de abril, salió el tema Jueves; a ellos como se puede suponer no les gusto la portada, pero según nos trasmitió Letizia, en la Casa del Príncipe “no se conocía la intención del Fiscal General del Estado de secuestrar la revista y es lo que mas les ha preocupado puesto que son conscientes de sus enormes repercusiones negativas”; reconoce la Princesa consorte que “hay un antes y un después” que se escapa a sus controles, con el ruego de que se lo comentáramos a todo aquel que pudiera interesarle porque según ella “la gente les señalo inmediatamente como los culpables” y asegura que “en este tema carecen de cajas de resonancia donde defenderse”.
Os lo cuento como fue, vosotros juzgáis.
Al margen de esto, luego reflexionando sobre lo que había visto y oído me surgen algunas interrogantes: la unión de un príncipe y una corista ¿funciona solo en el cine y con la Monroe?... ¿es posible cruzar una jirafa con una ardilla?.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Et l'emplit d'un désir éternel et coupable.