domingo, 17 de mayo de 2009

Llamando a las puertas del cielo

El aire fresco sin olor a azahar de la madrugada en Madrid se cuela por la ventana entreabierta de la habitación. No duermo. Mis dos compañeros si; el murmullo de actividad del hall de las enfermeras que tenemos en frente no les afecta. Uno ronca, es el más “veterano”, lleva una herida abierta en el pecho de un rechazo como un galón entorchado; todos los días se lo limpian y él, experto de su dolor, le dice a la auxiliar de enfermería como tiene que hacerlo para que la aguja hipodérmica con que le hurga en la llaga no le haga derrochar una lágrima, que es valiosa, mejor con un catéter fino de plástico, como se lo hicieron otra vez; se llama Mariano y todo el personal le saluda por su nombre, alguien le deja El Marca todos los días antes del desayuno y él, para agradecerlo, en otro de los pinchazos, el que le tatúa la barriga de puntos púrpura, no se queja. Para que el “bolsillo” abierto del pecho no se infecte, a Mariano le pinchan muchas veces; uno de los medicamentos es tan fuerte que le ha corroído una vena. Como si le hubiesen inyectado liquido de batería. Pero para él, todo ese sufrimiento no es comparable, ni de lejos, con el suplicio de tener que comerse el muslo cocido de pollo sin sal, que inevitablemente nos ponen en la comida o en la cena, por ahí no pasa y lo deja siempre entero, flotando inerte y solitario en la salsa incolora como una isla sin palmeras, inhóspita.
De repente el silencio intranquilo de la noche en la planta se rompe, las enfermeras y auxiliares salen corriendo. Ha saltado una alarma.
El sol, que aun sigue siendo de campo, madrugador tiñe de oxido rojizo la fachada que mira a levante del Marañon. La luz dorada se cuela entre las lamas de la persiana y decora con rayas mi pijama azul. La primera píldora del día me despierta. Antonio, mi otro compañero aun duerme, hoy visita el quirófano. Una espada de Damocles le acompaña desde hace demasiado; tiene “arritmias” y en cualquier momento le puede sobrevenir “la muerte súbita”, es joven y ese peso no le ha borrado la sonrisa de cara, cuenta chistes. Ya le operaron hace once años pero no consiguieron dar con la micro vena que dispara el cortocircuito, hoy vuelven a intentarlo y los cirujanos confían en conseguirlo gracias los enormes avances tecnológicos. Pienso en “El viaje alucinante” de Asimov. Le van a meter un catéter por la femoral en la ingle, va a “viajar” por la arteria atravesando la estepa del pecho hasta el corazón y allí quemaran el “velo” que obstruye la vena. Pero antes tendrán que encontrarla y para eso trazarán un “atlas” interior en 3D de su corazón, gracias a otro catéter que le meterán por la otra ingle y ¡solo con anestesia local!. No hace mucho solo había una manera de intentarlo: a “corazón abierto”. Mariano y yo levantamos hacia arriba los pulgares cuando se lo llevan y Antonio nos sonríe. Mientras se llevan la bandeja del desayuno me fijo en Mariano, todavía tiene aplastado el pelo de la coronilla por la almohada, como yo y todos los enfermos ingresados que despacio andan y desandan el pasillo verde, salvo los calvos; agarrado a la “farola” del suero a Mariano se le ve triste, cuando se cruza con mi mirada, sale de su melancolía y habla despacio.
- Anoche se murió mi “coleguita”, dormía y no se entero del infarto. Le habían cambiado de habitación, antes ocupó tu misma cama y era feliz junto a la ventana - Mariano volvió a su melancolía y esa valiosa lágrima que atesoraba en las punzantes curas esmerilo sus ojos.
Esperábamos que Antonio estaría fuera siete u ocho horas, pero no habían transcurrido cuatro cuando lo trajeron. Por fin le habían quitado la espada de Damocles de la cabeza.
Otra noche. Al otro lado de la ventana, la oscuridad duerme arrullada por el murmullo soterrado de la ciudad. Azabache. Y sin mas un milagro. Desde la entrada de urgencias, que está justo debajo, un gitano le regala al silencio un bulería, rápidamente otros le jalean dando palmas, no debieron de tardar mucho los “seguratas” en mandarlos callar, porque de improviso volvió el silencio. Plomizo. Pero a mi, en mi cama de la planta de “coronaria” esos pocos compases me han dado la vida.
A mi esposa Soledad.


P.S. He tenido un infarto de miocardio. Estuve ingresado dos días en la U.C.I. y otros dos en “planta” y en estos cuatro días he podido sentir el cariño y dedicación total y generosa con el que todo el personal del Hospital Universitario Gregorio Marañon de Madrid, limpiadoras, celadores, auxiliares de enfermería, enfermeras y enfermeros, médicos y cirujanos tratan a los que allí ingresamos, sin distinción de clases.
Por eso los intentos de Esperanza Aguirre, Presidenta de la Comunidad de Madrid, de privatizar mediante métodos espurios y torticeros la Sanidad Pública la ponen en evidencia y, en lo que a mi respecta, la descalifican como servidora pública.

Yo tenía obstruida la arteria coronaria derecha, no podía ser otra. Mi corazón no puede negar que es de izquierdas.

domingo, 3 de mayo de 2009

Latidos


Manifiesto minimalista

A Julio Rey

COGE EL DÍA. Atrápalo. No escuches a quien te diga que dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Abre los ojos y los oídos.
Levántate y anda. Recorre los caminos que quedan por hollar. Compórtate como si la vida fuera a durar solamente cinco minutos. Salta de la cama y contempla como el sol se alza sobre el horizonte. Sube a un tejado y mira el brillo azul de Vega en el cénit de la noche.
Que lo que has perdido en el pasado no ensombrezca lo que puedes disfrutar en el presente. Entierra los desengaños y atiende sin prejuicios a lo que te están diciendo.
Viaja a cientos de kilómetros para ver un cuadro y un paisaje. Pasea por un acantilado en un día de furiosa tormenta. Lee un poema de Cavafis y evoca aquella Alejandría que nunca conociste. Escucha una vieja canción de Trenet.
Descorcha una botella de vino, come un buen pan y paladea un queso fuerte. Notaras el sabor de la tierra, un regusto amargo que queda en la memoria.
Dedica tiempo a tus amigos porque ellos guardan lo mejor de ti. Observa sus gestos, sus silencios. Capta los matices donde encontrarás algo más profundo que las palabras.
En los momentos de desánimo, ten siempre presente que la adversidad fortalece el carácter. Recuerda que ser coherente es mucho más importante que tener éxito. Permanece fiel a ti mismo. Y párate a distinguir las voces de los ecos.
Comprender es mucho más difícil que juzgar. Sé duro contigo mismo y no critiques a los demás. Ponte en el lugar de los otros. No seas necio y no mires jamás el dedo que te está señalando la luna.
No hagas planes, no pienses en el futuro, prescinde –si puedes- del reloj, viaja a los confines del mundo o de tu pueblo, túmbate en el suelo y contempla el paso de las nubes. Ellas te susurrarán cosas que no sabes.
No aceptes nunca que la realidad es inevitable, pero tampoco te empeñes en cambiar a los demás. Por mucho que lo desees, el mundo siempre será imperfecto, lo mismo que tú.
Saca horas para la observación. Reflexiona. Pero no te dejes llevar nunca por la inacción. Las injusticias nunca se arreglan solas. No dejes que los demás asuman responsabilidades que te corresponden a tí también.
Camina ligero de equipaje, no temas a lo que te aguarda en el recodo del trayecto. Ama, pero no te aferres a nada. Relájate y disfruta de la vida, que es lo único que tenemos por un rato.


Pedro G. Cuartango en su sección “Tiempo recobrado” de El Mundo. 1 de mayo de 2009.



Tengo los mejores compañeros del mundo. Gracias con el corazón, Julio Rey
Ilustración: Ulises