domingo, 9 de septiembre de 2012

El afilalápiz del Aleph


                                            
Oh, Dios mío. No me hagas esto. Después de cincuenta mil dólares de psiquiatra, ¿tendré que marcar ahora el 112?


                                       Woody Allen, Maridos y mujeres.

¡No… Échale un vistazo a las viñetas de Quino!. Pienso yo que Dios podría responder. Si uno, claro está, resiste el vértigo del psicoanálisis, el viaje a las profundidades de los espejos dibujados  por los ochenta años de su plumilla desgastada y maestra, con línea perpleja y pareja del alambre de funambulista sin red. Quino, tan argentino como los psiquiatras y los psicólogos, zambulle nuestro cerebro en su tintero, del que luego salimos retratados y boqueando. Y nuestro Sistema.
Mafalda odia la sopa… y sus tropezones crujientes, tostados a fuego lento por las dictaduras. Quino odia a Mafalda, como Arthur Conan Doyle odiaba a Sherlock Holmes. Una y otra vez también ha intentado borrarla  en las cataratas de Reichenbach a manos de Moriarty. Pero nunca le hemos dejado. Necesitamos a su Mafalda, ahora más que nunca, necesitamos el oxígeno de su inocente sabiduría dibujada y ponernos en la cabeza el casco de su peculiar peinado para que nos proteja de las caídas, porque caminamos sobre el alambre, como funambulistas, y nos están quitando la red.