El día se consume en el reloj digital. Ha calentado ya bastante su asiento. Camino del Metro va guardando otra vez la tarjeta de fichar. Pasillo tras pasillo, el autómata deshace lo andado y se afloja el maltrecho nudo de la corbata, su mano se pasea por la barba de la mejilla que, después de todo un día, vuelve a ser áspera ; no queda ni rasto del Varón Dandy, se volatilizo al mediodía en el bar de comidas, haciendo el 69 con el olor a calamares en el aire, y luego juntos se volvieron a pegar, como alquitrán, a su chaqueta, su camisa y su corbata.
Pero después de haberse subido los siete pisos, escalón a escalón, al ir metiendo la llave en la cerradura de su casa, se reconoce feliz. Ahora algo de famoseo en la tele mientras cena, tal vez unas chistorras fritas en su grasa, con un par de huevos y la Patiño, luego a la cama, ventajas de estar separado. Nada de ponerse a leer que eso le afecta a la digestión y termina con pesadillas. ¡Clic!, enciende la luz de la lamparita de la mesilla de noche y, sin incorporarse de la cama, junta piadoso las manos sobre el pecho.
-¡Casi se me olvidan mis oraciones!.
La luna llena se abre paso entre las nubes como un disco de radial, es tan blanca que parece de cocaína pura y no solo los asesinos están inquietos. El autómata empieza a revolverse en la cama, la culpa no es de las chistorras, su cuerpo empieza a sentir sensaciones nuevas y extrañas: nota como la sangre fluye como un torrente por las venas y en cada sístole y diástole su organismo empieza a ser distinto. La cara se le ha estirado y los ojos parecen salirse de sus cuencas. Ya ha dejado de pensar y el instinto suple al raciocinio. Es la “farlopa” de la luna. De repente su cuerpo ya no le obedece y con un espasmo se pone a cuatro patas y salta al suelo. Frente al espejo del ropero no se reconoce, del pijama solo quedan jirones y de la cabeza a los ijares le ha salido una espesa barba rizada. Rápidamente todo su cuerpo se ha cubierto de tirabuzones blancos y siente mucho calor. Un impulso irresistible le hace levantar la cabeza y mirar a la luna, tensando los músculos de la espalda un grito primitivo se abre paso hasta la garganta.
-¡¡¡¡¡¡¡BEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!.
El Hombre Oveja, sin saber como, se siente feliz mientras, a saltos, llega hasta un parque próximo en el que solo ronca un borracho, estirado en un banco como un cadáver, cubierto con bolsas grandes de El Corte Ingles. La hierba empieza a estar bañada por el rocío pero ¡es tan apetitosa!.
El amanecer le sorprende rumiando unas últimas briznas de hierba. Tirita.
Desnudo corre hacia su casa ante las miradas atónitas de un grupo de barrenderos, escala, todavía a cuatro manos, los escalones de los siete pisos y entra rápido en su casa por la puerta que inexplicablemente está abierta .
Poco a poco, con las últimas volutas de la monstruosa transformación haciendo piruetas en su cerebro, el hombre vuelve a ser el de siempre. Gris
Ilustración: Cazador de Lucas
2 comentarios:
Por lo que parece la luna no le ha transformado mucho, sencillamente lo ha hecho visible.
Genial.
Realmente bueno, Julio. Rebaños enteros... de los que nadie escapamos del todo. Muy bueno
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