martes, 21 de julio de 2009

Moonwalk

Cuarenta años después de que Neil Armstrong plantara sus huellas en su superficie, como si fuera el Paseo de la Fama de Los Ángeles, la luna sigue observándonos. Boquiabierta.
Los pequeños pasos para el hombre, son grandes para la humanidad... Y de crustáceo, hacia atrás. Ante las pupilas de polvo gris ceniza de los ojos atónitos de la luna, desfilan de espaldas, orientándose con la visual del ojo del culo, los impresentables. Dictadores; terroristas; Ayatolás; Papas, Cardenales, Obispos; pederastas; violadores; maltratadores; narcotraficantes; Reyes; mafiosos Cavalieris puteros; mediocres políticos corruptos; avaros banqueros insaciables; oscuros financieros; especuladores; revólveres sicarios; pandilleros; periodistas mercenarios... ya están ávidos por clavar su bandera negra, de tibias cruzadas, en Marte.

Y los demás, los que no contamos, continuaremos conformándonos con seguir, con la cara levantada, aullándole a la luna.

Ilustración: Máximo en El Virus Mutante

miércoles, 8 de julio de 2009

En los áridos lacrimales de sus ojos se sacuden el polvo las moscas. Se llama Eyob, tiene cinco años y el tren del anhelo hace dos años que ha pasado de largo. Impasible.
En Etiopía solo es posible adoptar un niño hasta que cumple los tres años, Eyob no ha tenido suerte y su destino se resquebraja como la tierra seca, agrietado por la hambruna o el VIH. Ahora solo tendría una oportunidad si las potencias desarrolladas volvieran hacia África sus ojos inflamados de avaricia con generosidad. Etiopía, utopía.
Fasika, Meseret, , Abity , Bekele, Abulakim, Nesanet, Ashenafi, Beza, Hana, Abush, Hawi, Zway, Henar, Tariku, Edilawit, Lidet, Ayana, Gadissa, Mesfin, Adise, Misgana, Mikiyas, Nunyat, Misikir, Samrawit, Adisalem, Solomon, Aberham, Selam, Tadelech, Angadi, Tegegn, Abay, Tigist, Yabsira, Ianua, Bekam, Misrake... Condenados que aún no han cumplido los tres años, esperan un tren sin saberlo, como lo esperaba Eyob.
Paz y Javier, igual que otros muchos, viven pendientes de una llamada. Ya les han dado la oportunidad de salvar a un niño. Aún no saben si será hembra o varón, si será un recién nacido o tendrá ya cumplidos los tres años de alambre de espino fronterizo que le asoma al abismo. Cada vez que suena el teléfono el corazón de Paz se desborda en Adís Abeba. En septiembre podrán conocerle o conocerla por foto, luego tendrán que hacer un largo viaje, que se hará eterno para su impaciencia y al final de una semana en la que tienen “tajantemente prohibido” salir del hotel, desde cuyas ventanas con rejas de cristal aislante distinguirán el horizonte del hambre, volverán apretando la manita oscura de su hijo.
Paz y Javier quieren pensar que no tendrán que enfrentarse con el racismo, que aquí no clasificamos por colores, que su hijo crecerá como un ser humano con derechos universales y que llegado el momento, uniendo sus dedos con los suyos, señalarán Etiopía en el mapa, donde un día de octubre, años atrás, su hijo no perdió un tren.


Foto: Eric Lafforgue